Frutos secos y salud: una perspectiva basada en la ciencia
Su injustificada mala prensa planea en el acervo popular. Sin embargo sobre pocos productos tenemos tanta evidencia al respecto de sus beneficios en todos los aspectos relacionados con la salud
Existen ciertos alimentos sobre los que planea una constante dualidad al respecto de su idoneidad dietética. Sobre esos productos es frecuente escuchar mensajes totalizadores en cualquier sentido, tanto los que terminan poniéndolos en un altar como, al contrario, los que los relegan al infierno de cualquier recomendación nutricional. Quizá me entiendas mejor con algunos ejemplos. Entre esos alimentos a los que me refiero figura el huevo , la leche y los frutos secos, que serán el tema central de hoy.
En el clásico -aunque poco razonable-paradigma antigrasa y anticalorico que vivimos, los frutos secos portan un estigma al que difícilmente pueden escapar. Es preciso reconocer que los frutos secos pertenecen a una gama de productos que aportan una cantidad de lípidos importante, y de ahí su relativamente elevado aporte calórico en comparación con otros productos. Dos premisas, que así a botepronto, generan el recelo de buena parte de la población general (esa que odia las grasas y las calorías con similar inquina). Esa población a la que me refiero no tiene demasiada culpa, a fin de cuentas ese recelo también es compartido por aquellos profesionales sanitarios –no pocos- que anclados en el pasado cartesiano de la rectitud nutricional y sin haberse actualizado, siguen confiando ciegamente en dichos preceptos lipídicos y calóricos. Sin ir más lejos hay estudios que señalan a estos dos factores (tanto su alto contenido en grasa como como su elevada densidad energética) como elementos disuasorios clásicos de su consumo.
No, los frutos secos no engordan
Realmente dándole la vuelta a la tortilla, el ejemplo de los frutos secos sirve para, con la ciencia en la mano, poner de relieve aquello de que “una caloría no es una caloría” y que un alto contenido graso no es sinónimo de mayor probabilidad para aumentar de peso. En cualquier caso y antes de comenzar a enumerar la enorme cantidad de estudios que avalan esta perspectiva es preciso definir a qué se refieren esos trabajos cuando hablan de “frutos secos”. Pues ni más ni menos aluden al consumo de semillas secas y naturales de almendras, nueces, avellanas, anacardos, pistachos, piñones, nueces de Brasil, cacahuetes, etcétera. Y habitualmente también refiere al consumo de frutas desecadas (pasas, higos, ciruelas pasas, orejones, dátiles, arándanos desecados, etcétera). Repito lo de “naturales”; y no las versiones tipo snack dulce o salado que se comercializa con estos productos como ingrediente en forma de elaboraciones garrapiñadas, saladas, fritas, con sabor “Tijuana”, “tex-mex”, picantes, etcétera.
Pero… ¿son sanos?
Si prefieres ahorrarte la posterior justificación, déjame decirte que la evidencia al respecto del consumo de frutos secos nos sugiere que no son solo sanos, sino que son sanísimos. En particular cuando se contrasta su efecto frente a los cuatro jinetes del Apocalipsis de nuestro tiempo: la obesidad (de la que ya hemos hablado) el cáncer, la diabetes tipo 2 y la enfermedad cardiovascular. Un servidor no ha encontrado ni un solo trabajo en el que el uso de esta gama de alimentos salga mal parado. Más al contrario. Cito a continuación los trabajos más relevantes para cada una de estas patologías:
- Sobre la diabetes tipo 2: En esta revisión, dando por sentada la abrumadora literatura científica al respecto de los beneficios del consumo de frutos secos y fruta desecada en la prevención y tratamiento de la diabetes tipo 2, procura establecer los mecanismos subyacentes o sus porqués.
- Sobre la enfermedad cardiovascular: En este caso tenemos resúmenes de sus beneficios a partir de estudios observacionales: “un mayor consumo de frutos secos se asoció con un menor riesgo de mortalidad por todas las causas, enfermedad cardiovascular (ECV) total, mortalidad por ECV, enfermedad coronaria (EC), mortalidad por EC y muerte cardíaca súbita”. Y también a través de ensayos clinicos : “la ingesta de frutos secos reduce el colesterol total, el colesterol LDL, la apoB y los triglicéridos. El principal determinante de la reducción del colesterol parece ser la cantidad de frutos secos antes que su variedad […]”.
- Sobre el cáncer: Más allá, no solo de la infinidad de estudios publicados, sino también de las revisiones y meta-análisis, en dónde el consumo de frutos secos sale bien parado, conviene echar un vistazo a la máxima autoridad mundial sobre cáncer y los factores dietéticos y de estilo de vida. Así, el Fondo Mundial para la Investigación del Cáncer, en su reciente revisión sobre el tema, aconseja el uso de esta gama de productos (agrupándolo dentro de la gama de los alimentos vegetales frescos –frutas, verduras y hortalizas) sin mayores limitaciones salvo por el hecho de que estos no sean en su versión salada.
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